Motivación por el miedo representa una poderosa fuerza en las vidas de millones seres humanos, los que gastan su energía para defenderse de un miedo que ni siquiera entienden.
Son los que no soportan estar solos; los que no pueden vivir sin somníferos; los que se estremecen ante el más leve ruido inesperado; los que beben mucho para calmar una intranquilidad continua; los que sienten el permanente apremio de ser divertidos y simpáticos; los que corren a ver demasiadas películas que no desean ver y acudan a demasiadas reuniones a las que no desean acudir; los que se preocupan en exceso lo que los demás piensan de ellos; los que añoran depender emocionalmente de alguien o que alguien dependa de ellos; los que sumergen su existencia en las rutinas no elegidas y objetivos no buscados y que, mientras ven pasar los años como espectadores, se preguntan ocasionalmente frustrados y angustiados qué fue lo que les negó su oportunidad de vivir.
Estas personas eligen el miedo como rasgo indiscutible de su alma, suelen temer enterarse de que lo que sienten es miedo y no desean investigar la naturaleza de aquello de lo que desean escapar. El miedo se transforma en la fuerza motivadora central dentro de la personalidad.
El miedo sabotea la mente, la claridad, la eficacia, debilita el sentido de la valoración personal. Y las acciones motivadas por el miedo, más que por la confianza, son generalmente el tipo de acciones que dejan en la persona una sensación de menosprecio personal.
No hay forma de conservar la claridad en nuestro modo de pensar si nuestra mente está gobernada por el miedo.
Y como consecuencia , la consciencia se ve manejada de manera peligrosa por el miedo. Los miedos se transforman en amos - y es a ellos y no a la realidad se está ajustando el individuo. Esa persona refuerza el mismo tipo de criterios destructivos que ya han provocado la perdida de su seguridad personal y el respeto de si mismo.
La persona que actúa a partir del miedo tiene escasa autoestima. El objetivo fundamental ya no es vivir, sino escapar de la ansiedad de vivir. El deseo principal ya no es creatividad, sino la seguridad.
Una persona que se desarrolla sanamente obtiene intenso placer y orgullo del trabajo de su mente y de los logros que ese trabajo hace posibles. Sintiéndose seguro de su capacidad para afrontar los desafíos de la vida, la persona deseará una existencia estimulante, creativa, plena de esfuerzo. Segura de su propio valor, la persona se sentirá atraída por la buena autoestima de los demás.
Tanto en el trabajo como en las relaciones humanas, la persona actúa a partir de una firme base de seguridad, eficacia y como consecuencia de amor por el hecho de estar vivo. Lo que esta persona busca son medios para expresar y captar una buena autoestima.
Cada vez que admitimos una verdad difícil, cada vez que nos enfrentamos a aquello que nos producía temor afrontar, cada vez que reconocemos - ante nosotros y ante los demás - hechos cuya existencia hemos estado ignorando, cada vez que nos mostramos dispuestos a tolerar el miedo en beneficio de un mejor contacto con la realidad, nuestra autoestima crece.
“ Existe una evidencia muy grande de que mayor sea nuestra autoestima vamos poder tratar mejor a los demás”. Nathaniel Branden.
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